10.2 ESPERANZA: CONFRONTACIÓN

[Titulo de la Imagen: Birgit 2 Autor: Beatriz Martin Vidal]

… Es tiempo de despejar las dudas que tienes, y dar paso a las respuestas – dijo aquel tipo que había ingresado en la habitación de Esperanza.

El tipo subió de un salto a la cama y se colocó muy cerca de Esperanza. Ambos miraban hacia una pared blanca, mientras la tormenta iniciaba, las nubes negras recorrían el cielo nublando la luna, la lluvia golpeaba fuertemente las ventanas y los rayos caían tan estruendosamente que parecían hacer año al océano.

– Es hora de que hagas una pregunta, mi pequeña – dijo el tipo, mientras cogía la mano temblorosa de Esperanza. Cuando la pequeña sintió las manos del tipo sobre la suya, dejó de temblar, dejó de temer. Juntó todas sus fuerzas y se decidió a preguntar.

– Mencionaste un “ultimo encuentro”. ¿Cuándo fue la ultima vez que nos vimos?.

– Mi pequeña, no sé que te pasó – suspiró otra vez -. Estuvimos juntos hace tres días.

– ¿Hace tres días? Pero hace tres noches estaba en mi… – Esperanza parecía dudar – en mi… ¿“casa”?.

– No, pequeña. ¿No lo recuerdas?. Te llevé a mi refugio, allí te expliqué quien eras. Tu no me creías, o quizás no me querías creer. Así que tuve que usar un método diferente para que recordaras.

Esperanza parecía recordar lo ocurrido en aquel refugio, hace tres días había estado en su colegio, hace tres días habían planeado con su familia ir de vacaciones, hace tres días… había sido raptada por un vagabundo.

– Hace tres días, tú me raptaste. Ya lo recuerdo, estaba a las afueras de mi colegio y tu me raptaste, y me llevaste a un sitio desconocido.

– Perdóname Esperanza, pero ya no podía resistir estar tan lejos de ti.

– Pero no recuerdo más. Mencionaste un ¿método? ¿A qué te refieres con un «método»?

– Ese día quería explicártelo todo, parecías muy distante, como diferente, muy «inocentona», no creías nada de lo que habías hecho, de lo que habíamos hecho juntos. Así que decidí quitarte toda esa inocencia que tenias, esa inocencia que habías adquirido en los últimos años, y decidí mostrártelo por la fuerza.

Esperanza estaba confundida, pese a que había recordado a aquel vagabundo como aquel tipo que la había raptado, no recordaba nada más. Los recuerdos de lo que sucedió hace tres días se habían borrado, solo recordaba haber despertado en aquella casa de playa, con una horrible sensación; como si se sintiera culpable por diferentes cosas, ella lo atribuía a sus pesadillas, pero sus padres parecían actuar tan normales, así que dejó de pensar en aquello que la atormentaba.

– No entiendo – dijo la pequeña -. Eso de «por la fuerza». ¿Qué me hiciste?

– Después de que te conté todo, rompiste en llanto, te arrodillaste frente de mi; así que decidí mostrarte todo lo que habías hecho. Me acerqué a ti – el vagabundo estiro su mano derecha y la llevo hacia adelante, para que la viera Esperanza. – , estiré mi mano y la coloqué sobre tu cabeza e hice que vieras todo lo que hiciste antes de adoptar esta imagen de niña buena e inocente. Lamentablemente no lo soportaste y caíste desmayada – el vagabundo contrajo su brazo, y colocó su mano derecha sobre la de Esperanza – . Fui en busca de ayuda, mas cuando regresé ya te habías marchado.

Esperanza parecía recordar imágenes muy fuertes y terroríficas, gritos de dolor y desesperación, a lo que ella llamaba pesadillas.

– ¿Qué sucedió después?

– Te seguí, mi pequeña. Te seguí a tu casa, o lo que tu llamas hogar. Pude ver como tus padres te llevaban desmayada en su auto, y te traían hasta aquí – dejo escapar otro suspiro – . Por favor, pequeña, recuerda. Sé fuerte, trata de recordar cómo llegaste a tu casa.

La pequeña cerró los ojos y pensó en lo ocurrido hace tres días. De pronto se observo a sí misma despertando en un lugar donde no había estado nunca, tambaleándose se levanto, estaba muy mareada. Recordó que caminaba como muerta en vida, tropezando y cayendo, manchándose las ropas, lastimándose las manos, hasta que reconoció una calle y luego entre muchas vueltas logró llegar a casa. Miró a sus padres y cayó desmayada. Allí hundida en el piso de su casa, escuchaba a sus padres…

«¿Que le sucedió a mi hija? Esta herida, pero viva.», «Respira.», «Solo se ha desmayado.», «¿Qué debemos de hacer?». En eso escucha una voz extraña: «Deben de llevarla lejos de aquí. Aquel que le hizo esto, regresará a culminar su trabajo.»

– Recuerdo, recuerdo que me subieron al auto y que me trajeron a este lugar, a esta casa de playa.

– ¡Bravo! Mi pequeña – el vagabundo aplaudía fuertemente, parecía festejar – , estas recordando. Eso significa que vamos por buen camino – se acercó para darle un beso en la mejilla, pero ella se apartó.

– Quiero que me respondas algo.

– Lo que pidas, Esperanza. Solo pregunta

– ¿Qué cosas tan terribles hice – la voz de la pequeña parecía entre cortarse – , como para perder la «inocencia»?

– Mi pequeña, ¿Estas segura que quieres saber?

– Sí.

– Mmm – El vagabundo guardó silencio.

– ¿Me vas a contar lo que hice?.

– Sí, mi pequeña. Solo que no quiero que te desmayes como la ultima vez.

– ¡Solo dímelo! – los ojos de Esperanza comenzaban a humedecer, tenia un terrible presentimiento.

– Esta bien. ¿Escuchaste la terrible matanza que ocurrió hace unos años, en el convento donde solías vivir?.

– Sí – dijo Esperanza en un susurro.

– Tu fuiste la que ocasionó esa matanza.

– ¡ESO ES UNA MENTIRA! – gritó Esperanza, pero aun esquivaba la mirada al vagabundo.

– Tu fuiste la que mató todas esas vidas inocentes – el vagabundo apretó la mano de Esperanza -. Tu fuiste la que asesinó a las monjas ancianas del convento y a los pequeños niños del orfanato – el vagabundo apretó tan fuerte la mano de Esperanza que dejo escapar un pequeño gemido -. Tú mataste a muchas personas Esperanza, pero lo del convento, vaya, lo que hiciste en el convento fue… como… como una obra de arte.

– ¡¡CALLATE…!! – gritó esperanza con todas las fuerzas de su corazón-. ¡¡¡YO NO SOY UNA ASESINA!!! – dio una fuerte bofetada al vagabundo mientras ella caía de la cama y se iba aun rincón de su habitación a llorar – YO… SOY… ¡¡¡YO SOY SIMPLEMENTE ESPERANZA!!!

– Esperanza, mi pequeña niña, es tiempo que afrontes lo que eres. Es tiempo que de una vez por todas te aceptes, que nos aceptes – el vagabundo trataba de hacer entender a Esperanza, mientras ella rompía en llanto en una esquina de su habitación.

Ella se encontraba sentada tapándose el rostro con ambas manos, y llorando por todo lo que había dicho el vagabundo. El tipo pareció darse por vencido, se baja de la cama, va caminando hacia ella. Se coloca delante de la pequeña, extiende su mano y la posa encima de la cabeza de Esperanza.

– Sé que la ultima vez no salió muy bien, pero… esta vez solo te mostraré lo que sucedió en el convento.

Tomando por sorpresa al vagabundo, la pequeña preguntó: «¿Me dolerá?»

– Solo un poco. Prometo ser gentil, mi pequeña.

La pequeña niña sintió la mano torpe del vagabundo sobre su cabeza, pero aun seguía cubriéndose el rostro con sus manos húmedas por las lágrimas. De pronto pudo ver una luz brillante entre sus manos que la cegaron, pero pudo recordar. Pudo recordar la matanza del convento, la matanza de las monjas y de los pequeños del orfanato.

Recordó como cogía un cuchillo, como fue en busca de la madre superiora que le gritaba que se detenga y como ella cortó el cuello de la madre. Recordó como fue habitación por habitación asesinando a las monjas. Y como fue a por los pequeños inocentes durmiendo en sus camas; cuando se dieron cuenta de lo que ocurría los pequeños corrieron por todo el convento, y ella iba desquitándose con una amargura implacable con cada cuerpo de los pequeños. Se tiñó el vestido de sangre inocente y de sangre santa. Se vio a si misma llorando con una sonrisa en sus labios, llorando y riendo a la vez entre los cuerpos mutilados; luego fue por un poco de combustible y dejó el convento en llamas mientras ella se marchaba. Las llamas atrajeron a la lluvia. Ella reía mientras se marchaba, la lluvia lavaba su vestido de sangre y ella emprendía el viaje hacia un destino en especial. Llegó a una casa, y unos atentos señores le abrieron la puerta, eran las personas a las que ella llamaba muy cariñosamente: “Papá y Mamá”.

– ¿Esperanza? Mi pequeña, despierta por favor – rogaba el vagabundo.

Ella se encontraba en la cama. El vagabundo la había llevado hasta allí, porque se había desmayado. Esperanza parecía empezar a despertar. Abre los ojos lentamente y mira al vagabundo que la cogía de una mano, así que decide voltear el rostro y mirar hacia la ventana que era golpeada por la lluvia.

– Lo recuerdo – dice despacio la pequeña -. Recuerdo lo del convento y como llegue a la casa de mis padres – la pequeña se sumerge un llanto silencio.

– No llores mi pequeña, todo esta bien. Yo estoy aquí para ti.

– ¿Por que hago esto? ¿Por qué hago estas cosas?

– Es complicado explicártelo, pero no tienes toda la culpa.

– Explícamelo. Tenemos todo el tiempo del mundo – Esperanza ve al vagabundo rodear la cama y la mira a los ojos mientras limpia las lágrimas del rostro de la pequeña, y acomoda el cabello que le caía sobre los ojos.

– Sé que te será difícil de comprender, mi pequeña. Pero… – el vagabundo mete una mano a sus sucios bolsillos. – ¿Recuerdas esto? – coloca en la mano de la pequeña un objeto, ella lo mira y parece reconocerlo.

– Mi collar, mi collar dorado – los ojos de la pequeña se volvieron a llenar de lágrimas, pero esta vez eran de felicidad -. ¿Dónde la encontraste? – ella se sentó sobre la cabecera de su cama, y a la misma vez no despegaba los ojos de la collar.

– La encontré. Parece que te trae muchos recuerdos ¿No?

– Sí, pero no puedo… recordar muy bien. Es como si me devolvieras mi corazón – Esperanza tenia muchas imágenes en su cabeza, y se pierde en el brillo dorado de su collar -. ¿Quién eres tú?

– ¿No me reconoces? Mírame a los ojos Esperanza. Mírame bien, trata de recordar – Esperanza alza la miraba y ve por primera vez los ojos del vagabundo.

– ¿Quién eres? – pregunta Esperanza una vez más, con los ojos húmedos. El vagabundo se acerca a la pequeña para que pueda mirarlo mejor.

– Mírame… Esperanza, mírame a los ojos y trata de recordar – el vagabundo respira profundamente – . Soy el único hombre al que has amado de verdad en toda tu vida.

– ¿Abuelito? – pregunta Esperanza tímidamente. El vagabundo asiente.

– Sí, Esperanza, soy yo. Soy yo, mi pequeña – el vagabundo abre los brazos y Esperanza se tira a ellos, y abraza fuertemente a su abuelito. El le besa la en su mejilla mientras abraza a su pequeña nietecita.

– Por fin te tengo entre mis brazos, después de tanto tiempo, mi pequeña.

– Pero… ¿Cómo es posible? Después de tanto tiempo, te extrañé mucho – esta vez era la pequeña quien besaba la mejilla del vagabundo.

– Lo sé. Lo sé, pequeña – dijo el vagabundo apartado de su cuerpo a Esperanza, para verla a los ojos -. Si estoy aquí, contigo, es por ella – el anciano miró hacia un lado de la habitación.

Esperanza voltea y mira al lado donde el vagabundo estaba observando. Y mira a una pequeña niña que emerge entre las sombras, ella tenia puesto un vestido manchado de sangre. Se acerca a la luz, y Esperanza puede ver que aquella niña, no tenia rostro. Una niña sin rostro, de no mas de cinco años se encontraba entre las sombras con pequeño vestido manchado de sangre.

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Nota del Autor:Poco a poco nos acercamos al final de la primera entrega de las historias de Esperanza. En este capitulo vemos como aquel tipo extraño, en verdad era el abuelo/vagabundo fallecido de la pequeña Esperanza, y también nos enteramos, en parte, de lo sucedido en la matanza del convento. El próximo capitulo tiene por titulo: Esperanza, el vagabundo y la niña sin rostro; y se publicará el próximo martes 14 de Agosto. Gracias por su comprensión y por leer las historias de los Diarios de un Vagabundo: Esperanza.   

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Para mayor información sobre este nuevo proyecto: [Sin SentyDo. presenta… Diarios de un Vagabundo]

Próximo… Capítulo Final 10.3: [Esperanza, el vagabundo y la niña sin rostro] [… «¡¡MATÉ A TODAS ESAS PERSONAS POR SU CULPA!!» …]

Anterior… Capítulo 10.1: [Respuestas]

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6.3 ESPERANZA: RECUERDOS

[Titulo de la Imagen: Riddles Autor: Beatriz Martin Vidal]

– ¿Qué es lo que ves, Esperanza? – preguntó la señorita psicóloga.

La pequeña Esperanza parecía sufrir, pero logro decir claramente: Veo sangre… – en ese instante la expresión de la pequeña cambió, y sus respuestas fueron más rápidas y conizas. Sigue leyendo

6.1 ESPERANZA: CONVENTO

[Titulo de la Imagen: Nun Autor: Beatriz Marton Vidal]

Los pobladores se encontraban sorprendidos, una muchedumbre se encontraba enfrente del río pues el anciano mendigo había muerto. Aquel anciano que se había ganado el afecto de todo el pueblo; aquel anciano que siempre, o casi siempre, se encontraba durmiendo en una esquina sobre una acera pidiendo limosna para que pueda sobrevivir. Ese anciano que había demostrado como un ser humado puede superarse y salir de lo más hondo que una persona puede caer, aquel anciano estaba muerto manchando de sangre las aguas cristalinas del río.

Se encontraba muerto boca abajo flotando a orillas del río que atravesaba su casucha; inmediatamente la policía fue a la casa del anciano, ellos no creían que habría sido un simple suicidio sino un asesinato, porque encontraron moretones y signos de haber sido fuertemente golpeado y torturado. Al finalizar las investigaciones se dedujo que murió por un ataque al corazón, pero su atacante se ensaño con el anciano pues siguió golpeándolo hasta después de muerto. Sigue leyendo